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Migrar hacia adentro: Cuando el pensamiento también hace las maletas

Por Tesi Tafich Romo


 

Migrar es uno de los actos más valientes del ser humano. No lo digo yo, lo han dicho muchas voces con más experiencia, con más recorrido; hoy lo reafirmo desde mi historia. Desde lo que he vivido. Migrar no solo es cambiar de país. Es cambiar de piel. Es tomar decisiones que muchas veces no se entienden desde afuera, pero que por dentro nos sostienen.

 

Los últimos meses y en especial, los últimos días he estado en un proceso migratorio muy retador. Si es la primera vez que me lees, te comparto el resumen de mi historia. Soy mexicana y en mayo cumplo 3 años de que emigré a Estados Unidos.

 

Este proceso me ha llevado a concluir la siguiente analogía: como seres humanos no solo migramos físicamente, sino que también, migramos por dentro ya que también migramos nuestros pensamientos. Así como una persona puede dejar su tierra, su casa, su idioma y sus vínculos para empezar de nuevo en otro lugar, también podemos dejar atrás ciertas ideas, creencias, narrativas o incluso pensamientos. Migrar estos condicionamientos es un proceso igual de desafiante. Igual de solitario. Igual de revelador. Es deconstruir para volver a construir, y eso requiere mucha valentía para observarnos y cuestionarnos.

 

Hace unos años descubrí el poder y el gran regalo que es observar y cuestionar mis pensamientos con honestidad y me di cuenta de que cuando lo hago, mi vida cambia para siempre. Porque he podido reconocer cómo algunos pensamientos o creencias se han alojado en mi por años. Y aunque me han dado identidad, y estructura, también me han dado certezas falsas, me han limitado, incluso me han desconectado de la realidad al contarme historias que hoy ya no sirven a mi despertar.

 

Así que cuando empiezo a cuestionarme, me muevo hacia dentro. Siempre lo he dicho: una vez que empiezas a desempañar el vidrio, ya no hay vuelta atrás. Como bien decía Pitágoras: "la evolución siempre es hacia arriba". Y por supuesto que en este proceso de migrar los pensamientos de la cabeza al papel, muchas veces estamos expectantes y podemos incluso experimentar miedo. También ahí hay vértigo. ¿Qué pasa si ya no pienso como pensaba? ¿Quién soy si dejo atrás esa vieja idea de lo que creía que era? ¿Qué queda cuando deshago la historia que me estaba contando en la cabeza y la cuál me acompañó por años?

Byron Katie propone algo tan radical como amoroso: no creas todo lo que piensas. Pregúntatelo. Cuestiónalo. ¿Es verdad? ¿Puedes saber que es absolutamente verdad? ¿Cómo te sientes cuando crees ese pensamiento? ¿Quién serías sin él?

Cuando bajamos un pensamiento de la cabeza al papel y lo miramos de frente, ocurre algo mágico. Lo vemos. Le ponemos forma. Y ahí, la mayoría de las veces, empieza el proceso de soltar. De deshacer. De regresar a un lugar más puro. Más liviano. Más verdadero.

 

El gran regalo de este proceso es: deconstruir para volver a construir.

 

Porque en realidad, muchas veces no queremos más respuestas. Sino nuevas formas, nuevas ideas.

 

Migrar en ningún sentido es cómodo. Ni físicamente, ni mentalmente. Como dijo Gonzalez Iñárritu: "nadie emigra por gusto". Migramos porque algo en nuestro interior nos dice que es momento de cambiar de piel, porque nos encontramos con un deseo profundo de expansión. Y claro que es un reto. Porque dejar atrás una tierra, una casa o una idea siempre implica desapego, el cuál me parece que es uno de los ejercicios más retadores del ser humano, pero el cuál a la par también abre espacio. Porque migrar, en cualquier forma, es un acto de confianza. Una fe en que hay algo al otro lado. Algo que todavía no vemos, pero que intuimos y que sabemos que eventualmente lo podremos observar.

 

José Luis Sampedro decía: los árboles tienen raíces, los hombres tenemos piernas. Los árboles no se mueven. Nosotros sí.

 

Y eso aplica también para nuestra mente. Nuestros pensamientos no están destinados a quedarse fijos. No nacimos para ser estáticos. Nacimos para revisar, transformar, movernos. Nacimos para migrar lo que ya no nos representa, lo que nos atrapa, lo que no es verdad, lo que nos aleja de la paz.

 

Migrar es, en el fondo, un regreso a la libertad. Es salir del ruido y volver a escuchar lo esencial. Es soltar certezas para encontrarnos de nuevo con la vida tal como es. Sin filtros. Sin guiones. Sin pretender.

 

Si estás en cualquier tipo de proceso migratorio, ya sea físico o mental, te abrazo, te acompaño y te quiero recordar que no estás solo o sola. Porque migrar físicamente es un reto, pero migrar por dentro, es uno de los actos más valientes del ser humano.

 
 
 

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