Las Olimpiadas nos han regalado, aun con los pocos días que llevan, una maestría de vida. Lecciones por todos lados, de resurgimiento, humildad, diversidad, preparación y sueños cumplidos. Por un lado de parte de los protagonistas, los deportistas en sí, pero también de los organizadores y ni se diga de los invitados a la ceremonia de inauguración. Sin duda las estrellas hasta hoy han sido Céline Dion, Simone Biles y París.
Nunca más una inauguración volverá a ser igual. ¿Cuántas ciudades del mundo que puedan ser sede cuentan con tanta belleza e historia? Fue el mejor acierto, usar la ciudad y espacios públicos como el lugar donde todo el mundo experimentamos el arranque. Qué mejor manera de resaltar París, el Sena, los parques, lugares perfectos para unir personas de todos las culturas y niveles socioeconómicos. Desde una grada, con un boleto caro, hasta alguien que lo vio por su balcón sin pagar.
No pudo haber mejor manera de terminar la inauguración que con el regreso de Céline Dion. Todo parece organizado a la medida. Hace unos meses la pudimos ver en su reciente documental, sufriendo un episodio de la enfermedad que padece y su vulnerabilidad al ver que difícilmente llega a sus notas al cantar. Pero esa noche todo fue perfecto: su voz, fortaleza y el himno al amor de Édith Piaf.
Simone Biles, otra inspiración pura. También la podemos ver en su documental. En definitiva es la imagen de fortaleza no solo física y de resiliencia, sino mental. Decidió salirse en plenos Juegos Olímpicos de Tokio por temas de salud mental. Fue fuertemente criticada, ¿quién se atreve a hacer eso? Y hoy regresa renovada, más segura y con el objetivo de probarse a sí misma y disfrutar lo que tanto ama. Vale la pena ver el documental para aprehenderle tanto y aplicar su valentía en nuestra vida, negocios, políticas públicas.
Cada prueba me tiene pegada en la tele. Lecciones de perseverancia, amor de los coaches, apoyo de las familias y compromiso de los países. Orgullo mexicano, el equipo femenil de tiro con arco se alzó con la primera medalla para México. Definitivamente el deporte cambia vidas, y las Olimpiadas nos unen y regalan 19 días de historias que elevan el alma.
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