Nunca me cuestioné asuntos financieros, los daba por sentado, en mi casa mi madre no trabajaba de manera remunerada fuera de la casa y mi papá era el proveedor de la familia. Siempre creí que casarme era para toda la vida y que alguien más se haría cargo de la parte de las finanzas ya que yo ni las entendía, y ni tampoco debía encargarme de eso puesto que eso era un tema de hombres.
Primero que nada, en la parte de mi familia, la estabilidad financiera que cubría todos los gastos, viajes, lujos se cayó, se la llevó un huracán. Esos cimientos y falta de preocupación de repente empezaron a preocuparme.
Estoy en 3 de prepa, ¿quién va a pagar mi universidad? ¿Quién me va a mantener? ¿Cómo le voy a hacer? Como nunca fue una preocupación en mi vida, tampoco lo fue la escuela, en realidad no me importaba mucho sacar buenas calificaciones porque como el dinero nunca fue un tema de conversación en mi casa, y alguien más se haría cargo de mí pues qué más daba si sacaba 8, 9 o 10.
Me casé pensando que él debía ser el proveedor principal, así como lo fue en mi casa y pronto me empecé a dar cuenta que las cosas no marchaban bien y yo esperaba fuertemente que el príncipe azul llegara a rescatarme de ese matrimonio fallido, lo intentamos por todos lados: libros, retiros, cursos, separarnos, estar juntos, terapia, terapia de pareja, terapia individual.
La realidad es que él creció con ciertas expectativas de lo que era vivir en pareja y yo con otras.
Una vez una amiga me contaba que pensaba que las relaciones se iban construyendo con lo que íbamos viendo y aprendiendo sobre el amor… íbamos echando en una cubeta las características de lo que pensábamos que el amor era y cuando conocíamos a esa persona especial le echamos esa cubeta encima y esa persona se debía comportar como el personaje que habíamos creado en nuestra cabeza. Hay canciones como la de Ayúdame Freud que describen muy bien esta similitud.
El punto es que él esperaba que yo me comportara de cierta manera y yo que él se comportara de otra manera, y las cosas no funcionaban y no funcionaban.
Yo tenía terror de separarme, de divorciarme… ¿Cómo le voy a hacer? Yo había dejado de trabajar de manera remunerada para dedicarme al cuidado de mis dos hijos.
El estigma social de una mujer divorciada, un poco como la letra escarlata, es muy cruel.
Yo tenía prohibido visitar casas de papás divorciados, y de pronto me convertiría en esa persona a la que quizá le prohibirían a las amistades de mi hija y mi hijo venir a mi casa a jugar, las maestras quizá juzgarían a mis hijos y les bajarían su buen promedio.
Me he topado a grandes personas en mi vida que me han ayudado a empoderarme, empoderarme no en el hecho de tener poder y aplastar a otras personas, sino poder hacer, poder salir adelante, tanto pagar mis estudios universitarios, pagarme mi ida a vivir una temporada a Alemania, pagarme mis dos maestrías, y salir de una relación que no tenía futuro. Lo que no hagas por ti, nadie más lo hará… me dijeron en una ocasión y esa frase resonó en mí y me dolió tanto, pero es la realidad.
Otra frase que me gusta mucho es que la única opción que tenemos en la vida es qué hacer con el tiempo que nos fue otorgado, y de ahí uno las dos frases para saber que en este mundo lleno de información, es mi responsabilidad preguntar, buscar, leer, investigar e invertir en mi, para saber que nací un día diferente al que me voy a morir de todas las personas que me rodean, entre ellos mi mamá, papá, hermana, hermano,hija, hijo y todas las personas que amo. Si no me ejército, no duermo bien, no me preparo, no busco herramientas para mi bienestar y desarrollo personal, probablemente estaré actuando en piloto automático y repitiendo patrones que no me gustaron cuando crecí.
En eso aprendí a hacerme cargo, me gusta la persona en la que me estoy convirtiendo, porque depende de mí el abrir las posibilidades para la vida que quiero tener.
Por Adriana Ochoa
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