¿Cuáles de mis creencias he creado yo y cuáles me han sido programadas?
Glennon Doyle. Indomable
“¿Ya te vas a casar o te vas a quedar para vestir santos? ¿Y el novio? ¿Cuándo vas a ser mamá? ¿Vas a seguir trabajando, y cómo vas a hacer con el bebé? Ahora que eres madre tu carrera se acabó. Te voy a recomendar una dieta buenísima, porque sí tienes unos kilitos de más. Las mujeres o son bonitas o inteligentes, pero no pueden ser las dos cosas al mismo tiempo. Deberías ponerte unos tacones. Al esposo hay que esperarlo con la comida calentita. Qué mala madre (por la razón que sea). Para ser exitosa y llegar lejos hay que sacrificar muchas cosas, hay que estar ocupadas todo el tiempo, estar en llamas. No voy a tener una jefa mujer. Las niñas no se comportan así”.
¿Te suena? ¿Lo has escuchado? ¿Te lo han dicho? ¿Lo has pensado?... y la pregunta más importante: ¿te la has creído?
Puedo seguir muchas líneas más enumerando una cantidad de ideas y conceptos que a lo largo de mi vida me han dicho, me he dicho yo misma y que, por supuesto, muchas veces me he creído.
Las mujeres somos, desde muy pequeñas, bombardeadas con mensajes que dictan cómo debemos comportarnos, qué debemos perseguir y cómo debemos vernos y ser. Ser las mejores profesionales, ser perfectas, ser exitosas, ser las mejores madres, ser las mejores parejas, ser las mejores amas de casa, cumplir con el estereotipo de belleza…ser o dejar de ser de tal forma. Pero cumplir con tantas expectativas implica dar más y más todo el tiempo. Es un círculo vicioso que no acaba nunca.
A menudo, estos mensajes son contradictorios, moldean nuestras vidas y limitan nuestro potencial y plenitud, teniendo un impacto directo en nuestro bienestar y salud mental. Promueven la sobreexigencia, la complacencia, la desconexión con nosotras mismas y la atelofobia, ese miedo a nunca ser suficientes, a ser imperfectas.
El Dr. Gustav Dobos, en su libro Siento, Luego Existo, señala que los pensamientos y creencias arraigadas son los detonantes principales de trastornos de ansiedad. Y no solo de la ansiedad, sino también del estrés, el burnout, la depresión y los trastornos de la conducta alimentaria.
Una creencia es un pensamiento al que hemos estado apegados a menudo durante años, explica Byron Katie, creadora del método The Work. “Un pensamiento es inofensivo a menos que lo creamos. No son nuestros pensamientos, sino nuestro apego a ellos, lo que origina el sufrimiento. Apegarse a un pensamiento significa creer que es verdad sin indagar. Tus conceptos nacen de una vida entera de creencias sin indagar”.
Una herramienta que me ha funcionado para deshacerme o replantearme creencias es el cuestionar mis pensamientos. Te invito a que lo integres en tu práctica de bienestar. Puedes tomarte unos minutos al final del día, antes de dormir, cuando estés sola y tranquila. Pregúntate cómo estuvo tu día hoy, identifica esos pensamientos que estuvieron presentes con mayor fuerza y que te causaron algún malestar o incomodidad. ¿Ese pensamiento viene de dónde? ¿de algo que te han dicho? ¿de algo que te enseñaron de pequeña? ¿de algo que has creído y fomentado? Ahora bien, ¿ese pensamiento y creencia te beneficia o por el contrario te limita y te genera ansiedad? ¿te hace sentir plena? Si la respuesta es no, creo que ya sabes muy bien qué debes hacer.
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Paola Palazón Seguel es comunicadora social especializada en gestión y desarrollo de negocio, emprendedora, consultora, autora, conferencista y docente. Tras su búsqueda y experiencia personal, hace seis años decidió emprender en torno al bienestar y la salud mental.
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